29/4/11

Autonomous Parapoetic Device





Autonomous Parapoetic Device , de Adam Parrish es un dispositivo similar a una calculadora que genera automáticamente versos poéticos y los muestra en un pantalla LCD de 4 líneas alfanuméricas. Los versos creados desaparecen al poco tiempo, siendo sustituidos por otros que el generador de texto define mediante un algoritmo implementado en el microprocesador que constituye el corazón de la máquina. Ha sido programado con la plataforma Arduino.






28/4/11

Sueños






Marcelo era un hombre prescindible, una ratita gris en el sentido que los alemanes dan a este concepto. Una persona anodina, rutinaria, rigurosa hasta el cansancio en la precisión exacta con la que ejecutaba cada acto cotidiano, un ser que podía ser un artista sublime o un asesino brutal si recibía instrucciones concretas para serlo. Nunca cuestionaría las órdenes. Él era una un hombre gris y se sentía a gusto en la seguridad de la mediocridad. O, al menos, así lo pensó siempre hasta aquel otoño del dos mil cuatro cuando le sorprendió una repentina tormenta en medio de la avenida. El día había sido caluroso y nadie esperaba que la lluvia podría presentarse con semejante violencia. Los autobuses pasaban repletos sin siquiera abrir sus puertas en las paradas. Los taxis circulaban alocados de aquí para allá, pero ninguno con la lucecita verde de disponible. Los paraguas que algunos avispados comerciantes ambulantes habían sacado a veinte euros por pieza se habían agotado inmediatamente para regocijo de los mercaderes. Así que hubo de caminar y, más o menos al pasar frente a la pastelería, un coche azul metalizado que circulaba a mucha velocidad, lanzó todo el agua de un gran charco sobre su persona, empapándole de arriba abajo. Junto a la sorpresa y al ridículo que el hecho le produjo, notó cómo un sentimiento incontenible de ira le inundó la mente. No sólo porque le habían mojado sino porque aquel individuo había incumplido la normas y Marcelo no comprendía a la gente que incumplía las normas. Deseó que aquel automóvil se estampase contra un muro y que la policía detuviera al infractor y lo empapelara de por vida. El enfado no se le pasó incluso tras tomar una ducha y vestirse el pijama de seda impecablemente planchado. Se le había ido el apetito y se sorprendió a sí mismo rompiendo su rutina diaria y acostándose enojado antes de las nueve y media que era cuando cada día, como un reloj atómico de alta precisión, se introducía entre las sábanas.

De pronto, se sobresaltó y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Se asustó. Recordaba haberse metido en la cama con su pijama pero ahora estaba despierto, de nuevo en la calle, bajo la lluvia racheada. El coche azul volvió a pasar junto a él y, como si de la repetición de una jugada de fútbol en la televisión se tratara, todo ocurrió exactamente igual que hacía unas horas. El vehículo le salpicó y él se enfadó de veras. Pero, ahora, algo más sucedió. Estaba aún deseando que aquel temerario tuviera su merecido cuando escuchó un patinazo y un aullido de neumáticos sobre el pavimento mojado. Miró a su derecha y el coche azul estaba girando sobre sí mismo, fuera de control, hasta que con inusitada violencia vino a colisionar con la pared de la fábrica textil de la calle López Cano. Los peatones que antes le miraban a él, corrieron hacia el lugar del accidente a donde ya había llegado una patrulla de la policía. Tuvieron que usar un cortachapas para sacar al tipo del interior. No estaba gravemente herido pero sí aturdido y, al parecer, con un par de costillas rotas. Marcelo escuchó cómo varios transeúntes contaban a la policía que había conducido temerariamente, que había importunado a un pobre transeúnte al que había empapado con su alocado conducir. Uno de los agentes comentó que le iba a caer una buena multa y, probablemente, tendría que presentarse ante el juez. Marcelo se sintió satisfecho. No sabía cómo pero la vida corregía su error y el orden y la justicia regresaban al mundo. Sonrió y su calma gris y apacible volvió con él.

Aún sonreía cuando despertó. Se dio cuenta entonces de que había estado soñando. Supuso que el impacto emocional del suceso, tan inhabitual en él, le habría hecho revivir los hechos mientras dormía.

La mala suerte parecía acosarle. Al llegar a la oficina, su jefe le indicó que existían un par de fallos menores en un informe que había preparado hace días. Jamás había recibido una reprimenda y aquel hecho- que a cualquier le hubiera pasado casi inadvertido pues, en realidad, el Sr. González había sido especialmente cortés al señalarle los errores- le dolió en el alma. Su habitual sosiego se tornó inquietud y enojo. Eran dos tonterías, dos errores imperceptibles en un documento de seiscientas páginas. Sintió que algo ocurría que él no conocía, una especie de complot preparado por su superior para ridiculizarle. Era injusto. Quizá, incluso, los fallos no eran suyos sino que ese mezquino jefe – siempre sospechó de él en el fondo aunque su natural bonhomía impidiera que se percatara de ello- los había puesto allá para acabar con él y con su tranquilidad. El desasosiego le duró todo el día y, al acostarse, le costó conciliar el sueño.

Repasó el informe con detenimiento. Cada palabra, cada sentencia, cada juicio. Y entonces fue cuando se percató de ello. Tal como lo sospechaba, bajo aquellas dos frases erróneas se notaba con claridad que alguien había borrado algo y había sobrescrito lo incorrecto. Y, curiosamente, eran dos frases que hablaban sobre la posible corrupción en la empresa. Así pues, eran ciertas sus sospechas. Era una conjura. No lo dudó. Tomó los papeles y, con una energía y un valor desconocidos en él, se presentó frente al Presidente de la compañía. Calmosamente, con razonamientos claros y precisos, expuso sus dudas y sus conjeturas. Al finalizar, el Presidente le miró adusto y dijo:

- Gracias, Marcelo. Sospechaba de ese jefe de departamento desde hace tiempo. Usted ha hecho un gran servicio a esta empresa. Claro, deberemos comprobar sus datos, pero dentro de mí sé que usted está en lo cierto. Siga así, Marcelo. Es usted un empleado modelo. No podemos prescindir de usted.


Se le llenó el pecho de aire fresco y de orgullo. Él no era gris como decían. Por el contario, era un modelo, un canon a seguir.

Despertó lleno de satisfacción y volvió a caer en la cuenta, para su desconsuelo, de que nuevamente había estado soñando. Sólo eso, un sueño. Con cierta congoja porque todo aquello no fuese verdad y por tener que regresar frente a su jefe corrupto con la cabeza gacha se levantó y desayunó sin ganas. El día se le hacía más cuesta arriba que la noche.

En aquel mes de otoño, ocurrió cada jornada. Por alguna extraña razón que él no atinaba a comprender, cada noche soñaba que solucionaba un problema, o lo que él creía que era un problema, y siempre de satisfactoria manera para él. Se dio cuenta además que podía elegir qué soñar. Un día, por ejemplo, se acostó pensando que le gustaría solventar un asunto que le preocupaba cual era la falta de sincronización de los semáforos de la avenida Gauge. Era algo que siempre le había molestado. Caminando a paso normal, uno nunca podía recorrer todas las manzanas sin detenerse en un semáforo. Aquella noche, en su sueño, el alcalde ordenó arreglar el asunto inmediatamente y le envió una carta de felicitación por haberlo sugerido.

- Necesitamos buenos ciudadanos como usted- decía la misiva- que ayuden a las instituciones a mejorar la calidad e vida alertándolas sobre elementos perturbadores. Ciudadanos imprescindibles como usted.


Otra noche, se puso el pijama deseando ver una película erótica, algo que su vergüenza jamás le permitiría hacer en la realidad. Entrar, incluso sólo pasar cerca de un cine de aquellos era impensable para una persona de orden como él. Pero, aquella noche, sus más lascivos deseos se tornaron realidad y descubrió que aquello le gustaba mucho, al menos hasta que el despertador sonó y un hálito de enorme rubor le sofocó. En otra ocasión su voluntad fue viajar en velero y por la noche cruzó los mares. Una noche de tormenta quiso reordenar todo el tráfico de la ciudad y así se hizo. Al día siguiente, reorganizó toda su empresa y el domingo resolvió unos alborotos en la ciudad.

Poco a poco, primero como un juego, luego como una necesidad, Marcelo fue acostumbrándose a aquel talento que había descubierto en sí mismo. Nunca varió sus hábitos diarios y sólo comenzaba a pensar en qué le gustaría soñar cuando llegaba a casa, tras ducharse, cenar frugalmente y escuchar las noticias en la pequeña radio de su mesilla. Entonces sí dedicaba una hora a ultimar detalles, a delinear en su imaginación lo que le gustaría vivir, lo que quería sentir. E, ineludiblemente, como si se un dispositivo electrónico leyera su mente para posteriormente recrearla en una pantalla de realidad virtual, soñaba lo que deseaba, se convertía en un paladín de la sociedad, solventaba entuertos, enamoraba a las mujeres más voluptuosas y llegaba a presidir la empresa en la que, por el día, no era más que un oficinista. Gris bajo el sol, un arco iris bajo la oscuridad, así era él ahora. Eso sí, le costaba despertarse, se le hacía muy cuesta arriba. La familiaridad y placidez de su gris existencia le resultaba enojosa, turbante. Y, aunque jamás nadie sospechó nada de él, llegó a anhelar las noches cada segundo de su existencia. Se hizo amigo de los inviernos e incluso llegó a sopesar irse a vivir todos los veranos a la Patagonia y todos los inviernos a Laponia para que las horas de sueño fueran las máximas posibles.

Un amanecer de mayo, varios años después, estaba recostado en el regazo de Ana, la mujer de la que se enamorara de joven, hacía tantos años que ya no los recordaba. El cabello de la mujer ondeaba bajo la brisa y se pintaba con motas de todos los colores. El cielo era de azul cobalto, como en las postales, a propósito para un momento tan dulce. Ana le susurraba que le quería y le acariciaba el corazón, insistentemente, incluso con fuerza, demasiada presión a veces, golpeteándole, como si quisiera indicarle cuánto apreciaba el amor que llenaba aquel palpitante órgano.

Por un instante escuchó una voz extraña, ajena a su conversación con Ana. Alguien que pasaba cerca, hablando demasiado alto, y que le importunó por un momento.

- Déjelo ya, doctor. No responde al masaje cardiaco. Se nos ha ido. Al menos se ha muerto sin sufrir, mientras dormía. Y al parecer tranquilo, a juzgar por su media sonrisa.


Hizo caso omiso a aquellas voces y volvió a mirar a Ana que le sonreía envuelta en una luz brillante muy especial.






Caminar contigo



Ayer caminé contigo y la vereda no tenía fin. Se extendía zigzagueante por entre bosquecillos y sembradíos de mil verdes, sin final aparente. Y no nos importaba. Andábamos charlando, sin ninguna prevención sobre lo que habría más allá del horizonte y de las colinas sinuosas. Porque cualquier cosa que hubiese más allá sería buena si la hallábamos juntos. Junto a ti, el destino carece de importancia. Sólo interesa la ruta, el viaje, el descubrimiento común.

Te abracé. Besé tus mejillas y tus labios. Te tome de la cintura y acerqué tu cuerpo al mío. Acaricié tu mano como si me fuera la vida en ello. Cada pocos pasos, debía detenerme a mirarte. Sólo a eso. A disfrutar de tu cara. Estabas hermosa, realmente hermosa.

Compartimos la brisa de la tarde, los juegos de los pájaros y el aroma de los huertos. En un recodo aún quedaba un remanso de agua de lluvia. Hubimos de saltar y denominamos el lugar como los grandes lagos, entre risas.

Había una amapola solitaria entre el matorral y el sol la elegía para que brillara y pareciera la más hermosa de las flores. Tú eras el sol que brillaba ayer en el paseo. Yo, la amapola, inverosímilmente elegida por ti para brillar por motivos inconcebibles.

Ayer caminé contigo. No sólo por el sendero solitario que serpenteaba entre alhelís y campos florecidos. Caminé contigo por la vida, por un sueño, por una esperanza. Junto a ti, el camino merece ser vivido. Y es doloroso regresar y decirte adiós.




27/4/11

Leonora

Leonora (Six Barral, 2011), de la escritora mexicana Elena Poniatowska, es una biografía novelada- mucho más novela de ficción que biografía- que narra con total libertad la vida de la pintora y escritora surrealista Leonora Carrington a la que la mexicana conoció y trató durante años. Es un trabajo que parte de la admiración de Poniatowska por Leonora y que no pretende ser una visión objetiva biográfica o histórica sino, más bien, un retablo impresionista de retazos vivenciales, plasmados y encolados entre sí con la admiración de la escritora por la mujer libre, adelantada a su tiempo, excéntrica, delirante en ocasiones, extravagante y creativa que es Carrington (nacida en 1917, vive aún). Un homenaje amasado con recuerdos reales, invenciones hipotéticas de cómo podría haber ocurrido un hecho concreto, extractos de los cuentos que Carrington escribió en su faceta literaria, y re-escrituras de las biografías existentes. Una descripción – construida, sobre todo, con diálogos- que no es objetiva ni lo pretende y que, a su vez, es una mirada no neutral al siglo XX, especialmente en su primera mitad, y a la convulsa historia- en lo social y en el arte lleno de vanguardias- de la sociedad occidental de aquellos años.

Leonora es una novela de muchos capítulos breves que describe a modo de flashes momentos puntuales de la escritora con unos diálogos inventados sobre recuerdos más o menos reales que Carrington le contara a la escritora. Si bien algunos presentan una evidente fuerza dramática (como el internamiento de la pintora en un manicomio lúgubre de Santander tras la guerra civil española) o lírica (la pasión, cercana a lo insano, que Carrington siente por Max Ernst, o la carta anhelante que una noche de insomnio escribe ansiando que regrese Renato), el ritmo de la novela es un tanto repetitivo porque cada escena, por distinto que sea el escenario, es una descripción similar, casi hipnótica de la sicología y las obsesiones de Leonora, de sus excentricidades y de su falta de encaje en el convencionalismo social. La especial personalidad de Carrington es algo de lo que el lector se percata rápidamente en los primeros seis capítulos y, por ello, quizá no hiciera falta insistir machaconamente durante los siguientes cincuenta, ayudándose incluso en personajes o hechos que son de índole menor y que aportan muy poco al conjunto. Poniatowska se esfuerza en ponerse dentro del inquieto e inestable cerebro de Carrington para expresar sus razonamientos, sus motivaciones, sus pesadillas, sus fantasmas, sus amores radicales, su confusión, su forma de ver la vida y los momentos que vive, su sufrimiento, su falta de control, como si se tratara de un psicoanalista freudiano que la tuviera tumbada en un diván. Pero, esta visión se va repitiendo a lo largo de la novela hasta resultar lineal, previsible, reiterativa, sin que parezca que a Poniatowska le interese el interés del lector sino sólo su continuada exaltación de la artista, incluso en momentos en que la protagonista da más lástima que admiración. Cierto que en sus páginas se encuentran reflexiones filosóficas sobre la vida y sobre la libertad profundas e interesantes, que la prosa es rica (algo chirriante en ocasiones para los lectores españoles cuando se jala a la mujer, se llama al mesero, cuando en Irlanda el sol es la cobija de los pobres o algo es retechulo), que la autora consigue hibridar géneros – crónica, historia, relato sicológico- con habilidad, que los diálogos son fluidos, breves, ágiles… pero es demasiado suponer que la personalidad de Carrington – casi cien años después- es tan arrebatadoramente atractiva o que su obra artística ha sido tan sensacional como para no necesitar nada más al construir la novela.

La novela ha recibido el Premio Biblioteca Breve 2011.








26/4/11

Precision Targets



Precision Targets de Erik Loyer, Caren Kaplan y Ezra Clayton es un excelente cómic visual interactivo que supone una reflexión sobre como la tecnología militariza nuestra vidas, en concreto el control al que puede exponernos el uso del GPS, tecnología desarrollada inicialmente para usos bélicos. Se trata de seis historias paralelas cuyas viñetas (gráficos, imágenes, sonido, textos, noticias) se encuentran embebidas en un cubo que rota en el espacio tridimensional y que contiene numerosas posibilidades de interactividad. Las viñetas no son estáticas sino que hacen un uso extensivo del efecto de parallax a medida que el usuario mueve el ratón. Pueden verse como exclusivamente visuales o añadir el texto a voluntad del lector. La narrativa toma coherencia si los paneles se recorren de ciertas maneras determinadas pero el usuario puede explorar cualquier otra que le permita la navegación a través del cubo. También dispone de una nube de contenidos que permite saltar a cualquier parte de la obra.




Programado en Flash. Se trata de un muy interesante trabajo.



Mapa de literatura



Literature Map es una aplicación que muestra datos sobre un escritor determinado. Aunque la base de datos es amplia, faltan muchísimos escritores por lo que es fácil que ocurra que el programa no encuentre información sobre el nombre que solicitemos, especialmente si no es un escritor de habla inglesa.


Si hay suerte y si lo encuentra, nos aparece una nube 3D - muy vistosa estéticamente- cuyo centro lo ocupa el escritor solicitado y alrededor orbitan todos los que, de una u otra manera, están relacionados con él (aunque no he llegado a entender que, por ejemplo, Poe se relacione con Cervantes). Haciendo click en cualquiera de los nombres que aparecen flotando en la nube nos trasladamos a su propia nube en donde este nuevo escritor ocupa el centro y aparecen otros a su alrededor. Haciendo click en el nombre central nos aparece una ventana con información bilbiográfica y datos sobre la obra del escritor.


25/4/11

Tormenta en la nube


Durante gran parte de la semana pasada, un fallo en los servidores del sistema EC2 (acrónimo de Elastic Computing Cloud) de Amazon ha hecho que una parte significativa de La Nube haya estado inoperativa. Esta caída de los servidores ha afectado a servicios como Quora, Foursquare, HotSuite, ReddIt, Sony Network o CoTweet por citar sólo los más conocidos aunque los perjudicados han sido varios millares de sitios y cientos de miles de usuarios. El fallo ocurrió por una causa banal el jueves 21 en la madrugada (hora local) pero se fue extendiendo en cascada hasta generar un problema importante que ayer domingo aún no estaba plenamente solucionado. En concreto, el fallo se inició en el centro de servidores de Virginia cuando varios sistemas comenzaron a realizar copias de seguridad automáticas de los datos. Hasta ahí, nada anormal. Pero, por motivos desconocidos, los algoritmos no detectaron la finalización correcta de los back-ups y las copias continuaron haciéndose y haciéndose, una sobre otra, saturando rápidamente los servidores. El sistema intentó almacenar los datos en otros servidores dando lugar a una explosión de problemas de saturación y conectividad que acabaron por hacer caer el sistema. Un asunto que los ingenieros no han podido resolver rápidamente y que ha tenido a la Nube caída por muchas horas. Aunque el mismo jueves a la noche (ya el viernes en España), se había restablecido el funcionamiento básico, muchos de los problemas de conexión continúan permaneciendo.

La informática en Red, en La Nube, está de moda. Permite, para el usuario final, almacenar datos y aplicaciones en un ente aparentemente virtual que no es su ordenador, llamándolos sólo cuando le son necesarios. Así, no tiene problemas de espacio ni de gestión de los datos. “Algo” almacena todo, “algo” hace copias de seguridad para asegurar que los datos no se pierden, “algo” se preocupa de que todo funcione correctamente. Esta sensación de (falsa) seguridad y de comodidad ha hecho que la Cloud Computing sea un concepto que haya pasado de ser una locura hace apenas cinco años a ser un elemento indispensable de la Red y la Web 2.0. Hoy, en día, a casi nadie se le ocurriría mantener sus propios servidores, gastar en electricidad, asegurar que funcionen las 24 horas del día, 7 días a la semana, invertir en discos duros de mucha capacidad. Es mucho más sencillo y conveniente delegar todo ello en “algo” que lo hace por nosotros por un pequeño precio: La nube. A nivel más particular, son millones los usuarios que, en vez de comprar un disco duro y dedicar horas a hacer copias de seguridad, confían sus datos a servidores de correo (Hotmail, yahoo, gmail,…) o a discos duros virtuales en la nube (Dropbox, etc). Todo esto es posible, obviamente, si el servicio está disponible. Si no lo está, ni hay web, ni hay sitios, ni podemos almacenar datos ni podemos llamarlos, nuestras aplicaciones están inoperativas, etc.

El problema es que ese “algo” no es magia ni virtualidad pura. Por el contrario, son ordenadores y software que pertenecen a unas pocas empresas con la capacidad y el poder empresarial suficientes para invertir en todos esos medios y recursos y ponerlos a nuestra disposición. De hecho, EC2 es uno de los mayores servicios de alojamiento en la nube. La Nube es cómoda y permite el acceso a la Red a casi cualquiera, pero presenta una serie de problemas de gran calado:

1.- Fiabilidad: La seguridad de funcionamiento está concentrada en los servidores de unas pocas empresas de alojamiento. Si estos fallan, falla todo. En cierta medida, la Nube es un concepto antagónico con el de Internet. La creación de la red fue un invento militar precisamente para evitar que la caída de un centro de datos dejara sin información al mando del ejército. Así, se creó la red de redes, donde una malla de conexiones múltiples aseguraban que si fallaba una, habría otra disponible. La redundancia masiva permitía asegurar que siempre podría encontrarse un camino entre dos puntos para transmitir los datos.

La realidad es, sin embargo, distinta. Si bien, a pequeña y local escala el principio de redundancia de caminos sigue existiendo, esto ya no es cierto a escala planetaria por la simple razón de que hacerlo así requeriría unas inversiones inalcanzables hasta para los gobiernos. El cableado de Internet mundial se concentra en unos pocos cables transatlánticos, unos pocos satélites orbitales y unos muy pocos nodos de concentración del flujo de información. Además, muchos de los millones de ordenadores que componen las subredes usan La Nube confiando los datos a ese grupo de servidores de alquiler pertenecientes a unas pocas empresas.


¿Qué tenemos entonces? Que la red se basa en unos pocos conductos de comunicación controlados por unas pocas empresas de telefonía poderosas y en unos pocos centros de datos (grandes, pero pocos) que dependen de unas poderosas empresas de gestión de datos. Si estos pocos elementos (bien sean cables o bien sean servidores) fallan, todo el tinglado se cae. Algo así ocurrió no hace mucho cuando un barco cortó accidentalmente un cable submarino en el océano dejando a media Asia sin Internet o ha ocurrido ahora con la caída del servicio de Amazon.

Hay que ser consciente que la Ley de Murphy se aplica también a la Nube. Si algo puede ir mal, irá mal.



2.- Complicación de restauración. Los servidores en nube facilitan la vida y el acceso a red pero son complicados de manejar y mantener. Si fallan, como ha sido el caso, su restauración es lenta y trabajosa. El usuario quiere rapidez de descarga y de subida de datos y eso se logra manteniendo en memoria viva la mayor parte de datos. Cuando el sistema cae hay que restaurarlo todo desde lentos discos duros de respaldo. Y son muchos petabytes a restaurar lo que obliga a hacer la restauración lentamente para no sobrecargar las transmisiones.



3- Imposibilidad de prever fallos en cadena. Hay una única manera, hoy por hoy, de evitar fallos catastróficos de la nube. Y esta es – nuevamente- la redundancia. La redundancia puede conseguirse de varias maneras (desde la física como pueden ser las duplicaciones de ordenadores, de discos, de cables, etc. hasta la redundancia virtual que se basa en duplicar los ficheros en sistemas distintos y aislados). Así, por ejemplo, Amazon dispone de centros de datos en varios lugares del mundo, separados de manera que la caída de un grupo de servidores no afecte a otro. Normalmente nuestros datos están en una determinada zona (denominada AZ) con el back-up de esos datos en esa misma AZ. ¿Pero qué ocurre si falla esa zona como ha sido el caso? No tendremos acceso ni a los datos ni a su copia de seguridad porque toda la zona está caída. En este escenario podemos pensar en duplicar nuestros datos en varios grupos de servicio geográficos. Si uno falla, podemos recurrir al otro. Pero, si como también ha sido el caso, los problemas de conectividad se extienden tampoco puede asegurarse el servicio. Si algo puede ir mal, irá. Un fallo en cadena de una red tras otra es improbable, pero no imposible.


Otra posibilidad es que sea la propia aplicación- y no el servicio- el que se haga cargo de crear dinámicamente la redundancia necesaria de modo que, pase lo que pase con la nube, podrá seguir funcionando. Esto sea lograría buscando servidores aislados que no puedan interferirse y almacenando duplicados de los datos en ellos, con algoritmos que no dependan de un único canal de almacenamiento (por así decirlo, no valdría que mi programa sólo supiera descargar datos de Dropbox por poner un ejemplo, que siempre fuera a buscarlos allá), con programas que sean capaces de reconfigurarse automáticamente en función de los acontecimientos, con bases de datos relacionles y autosoportadas. Claro, esto no está al alcance de un usuario medio. Buscando la simplicidad de la nube nos estamos complicando la vida y si tuviésemos que hacer todo eso, ¿Para qué necesitamos la nube?.

Y, siempre hay que tenerlo en cuenta, lo que nadie puede evitar es que las empresas proveedores de servicio (Nube o telefonía) quiebren y desaparezcan llevándose la nube con su bancarrota.

4.- Confidencialidad de los datos. Dado que todo el flujo de información se almacena en manos de muy pocas empresas y circula por conexiones controladas por otras pocas, es obvio que es sencillo controlar nuestros datos. Basta situar unos pocos controladores de datos (sniffers) en ciertos nodos o en ciertos cables para poder conocer todo de nosotros. Este “big brother” es, sin duda alguna, uno de los problemas filosóficos más importantes de la Nube y ya ha sido tratado anteriormente
aquí, aquí y aquí .




International Conference on Computational Creativity, 2011






Esta semana que entra, en concreto del 27 al 29, se celebrará en México la segunda International Conference on Computational Creativity, 2011. Se trata de un evento muy interesante, con una serie densa de ponencias a cada cual más atractiva. Así, Multiobjective Optimization for Meaningful Metrical Poetry de Fahrurrozi Rahman y Ruli Manurung; Artificial Creative Systems and the Evolution of Language de Rob Saunders; Theme-Based Cause-Effect Planning for Multiple-Scene Story Generation de Karen Ang, Sherie Yu y Ethel Ong; A System for Evaluating Novelty in Computer Generated Narratives. de Rafael Pérez y Pérez, Otoniel Ortiz, Wulfrano Luna, Santiago Negrete, Vicente Castellanos, Eduardo Peñalosa, y Rafael Ávila; o Simulating the Everyday Creativity of Readers de Brian O'Neill y Mark Riedl. Ya se han publicado on-line los Proceedings of the Second International Conference on Computational Creativity compilados y editados por Dan Ventura, Pablo Gervás, D. Fox Harrell, Mary Lou Maher, Alison Pease y Geraint Wiggins.







24/4/11

L.A. Festival of Books


Dentro del evento L.A.Festival of Books que se celebrará en la Universidad de California del Sur, el próximo domingo 1 de Mayo tendrá lugar la mesa de debate titulada Reading and Writing in the Digital Age, con Erik Loyer y Mark Marino, moderados por Holly Willis. Se explicarán diversos proyectos de literatura digital desarrollados en la Universidad, se presentará el recientemente lanzado Electronic Literature Collection, Volume II y se analizarán nuevos programas de software que permiten combinar escritura con elementos multimedia.


Erik Loyer es un artista interesado en desarrollar interfaces para narrar historias utilizando la interactividad y contenidos multimedia, habiendo sido sus obras expuestas en numerosos eventos. Por su parte, Mark Marino es profesor de la USD y director de comunicación de la ELO.






Junto al mar


Encantas las noches, las haces mágicas, como las ninfas que conjuran las estrellas y los sueños en los cuentos de hadas. No sé cómo lo logras pero cada velada, cada cena que disfruto a tu lado, cada palabra que pronuncias, se engarzan en mi memoria como si las sensaciones y los sentimientos se impregnaran del más poderoso de los pegamentos para adherirse a mi alma y a mi pensamiento para siempre. Me cautivas. Desarmas mi temor al mundo y al pasado. Me das un futuro sólido. Atesoro cada noche contigo, cada conversación, cada atmósfera, en un rincón especial de mi cerebro, uno que no sólo es el más preciado que poseo sino que es el arca de dónde respiro fuerza, entusiasmo, certidumbre, aliento, cuando me enredo en la melancolía, en las dudas o en el desánimo, cuando el temporal arrecia dentro de mí. Las charlas contigo son resurrección, aire, oxígeno limpio, aroma de lavanda, delicada sinfonía, éter vigoroso, mar en calma.

La otra noche fue maravillosa. A través de la cristalera nos acariciaba la luz, dorada y púrpura, de un sol ya cansado mientras se entremezclaba lánguidamente con las sombras del anochecer que se desparramaban por el puerto. Las barcas, acunadas por la marea suave, amarradas a los bolardos y listas para dormir. Las gaviotas, soñolientas, se refugiaban entre los maderos del pequeño malecón. Dos gorriones enamorados volaban sus últimas cabriolas antes de retirarse a su nido. Un barco, cargado de nasas e iluminado por faroles amarillos, se deslizaba silencioso hacia la bocana del puerto. Elegiste unos hongos a la plancha de primero que compartimos junto a una botella chica de vino blanco. Tú hablabas. Preciosa. Me encanta cuando lo haces, cuando me cuentas cosas, cuando soy tu confidente. A veces, callabas y pensabas en qué sé yo. Tengo una foto tuya de ese instante, robada mientras no me mirabas. Seguro que si la vieras, dirías que no te gusta, que has salido mal, que la borre. Siempre lo dices. Lo dirías aunque te pintara el mismísimo Boticelli en el lugar de Afrodita. Sin embargo, a mí me parece que estás arrebatadoramente hermosa, con esa expresión tan tuya y tan tierna, tan rica de ideas y sensaciones, mirando fijamente a algo, concentrada, con los últimos rayos de luz brillando en tu cabello, ensimismada en unos pensamientos de los que tengo envidia. Cuando estás conmigo, conversando, mirándome con esos preciosos ojos que me acarician, un tumulto de quereres se filtra por las rendijas de mi alma y de mi cuerpo. Y me siento bien. Me siento bien junto a ti. Parece poco, es breve el decirlo, pero qué inmenso es el sentimiento.

Luego, ya noche cerrada, caminamos por las calles solitarias, llenas de salitre y rumores de mar. La noche serena palpitaba cómplice de nuestro afecto. Te abracé, me abrazaste, besé tus mejillas muchas veces, olí tu pelo, tomé tu mano, así tu cintura para apretarte contra mí. De tanto en cuanto, una farola indiscreta dibujaba nuestras sombras unidas en una sola, juntas por la vida, íntimamente confundidas, como deseo que siempre sea. Te dije que te quería una y otra vez porque es lo único que acierto a decirte cuando quedo prendado de tu ser, cuando resurge nuevo y fresco el arrebato de amor que te tengo. Cómo podría expresar los matices de lo que me haces sentir, de lo que pienso, de la plenitud que me das. Es imposible. Por eso, sólo atino a repetir que te quiero y que te quiero. Se oyó una sirena a lo lejos. Odié el reloj que corría demasiado rápido. Siempre lo hace cuando te estrechó entre mis brazos. Estabas más hermosa que nunca. Las estrellas que asomaban entre los claros, fueron testigos de nuestro romance. Pensé en la fortuna infinita que tu amor me otorga. La luna iridiscente, acostada sobre unas nubes argentinas, creaba pavesas acuáticas sobre el océano. Lo guardo todo, todo, todo, dentro de mí, para siempre.


Me gusta esperarte







Me gusta esperarte cuando sales del trabajo. Es una sensación contradictoria porque a la vez que me inundan las ansías de verte ya, - inmediatamente, como los niños quieren las cosas - , de que salgas por la puerta, me llena la inmensa tranquilidad de que voy a tenerte dentro de nada, en un ratito. Ya te lo he contado muchas veces. Si sé que voy a tocarte, a abrazarte, a besarte, las horas pasan felices aunque estén llenas de inquietudes y de porfías. Porque, si al final del día, voy a descansar en tu sonrisa, en la contemplación de tu rostro amado, en tu voz protectora, nada de lo que ocurra fuera de eso es realmente importante. Me haces sentir fuerte, orgulloso, confiado, vanidoso de tenerte, mejor que lo que nunca podría ser solo.

Me gusta esperar a que salgas del trabajo y marcharnos lejos como lo hicimos el otro día. Conducir tranquilos, hasta otra ciudad, perdernos en las calles y buscar nuestro destino sin importar realmente dónde se encuentre porque lo que realmente adoro es hacer el camino contigo, transitar la vida junto a ti, que la vereda sea dilatada, que el tiempo se congele, que la autopista se haga eternamente larga, con una mano siempre acariciando la tuya mientras manejo el volante con la otra, sin atender a que la DGT pueda enfadarse por así hacerlo.

Me gusta esperar a que salgas del trabajo y cenar juntos, frente a frente, acompañados de dos copas de vino blanco y mucho pan, compartiendo el primer plato- elige tú, no anda, elige tú-, atún asado de segundo, con camareros que nos envidian. No puedo evitar extender mi mano cada poco, cruzar la mesa, y reclamar la tuya por un instante para sentir el tacto cálido de tu piel, para cerciorarme de que no eres un espejismo o algún hada sutil e inmaterial. Y, lo cierto, es que el mundo conspira con nosotros para dejarnos solos, tranquilos, íntimamente cercanos. O quizá sea que elegimos restaurantes poco populares.

Me gusta esperar a que salgas del trabajo y recrearme en tu carita, en tu reír a boca llena, en saber cómo te fue el día. Y, luego, amarte despacio, derramarme en ti, sentir tu respirar agitado bajo mis caricias, construir caracolas y rizos con tu pelo, perseguir tus labios y la delicada silueta de tu cuello y de tus hombros, dibujar una y mil veces el perfil de tu espalda.

Me gusta esperar a que salgas del trabajo como a la noche le place aguardar a que luzcan las estrellas para engalanarse.










23/4/11

¿Lectores de e-books a los que no les gusta leer?





Me hago hoy eco de un artículo publicado ayer en el Blog Get Healthy Be Wealthy bajo el título EBook Writing- What You Should Know. Se trata de una breve guía para tener éxito como escritor de e-books, pequeños consejos que nos permitan vender más libros electrónicos, un resumen de las claves fundamentales de los lectores de e-books. El siguiente párrafo me ha dejado patidifuso!:

When you start writing your eBook, make sure you divide each chapter into small blocks of content that can be easily consumed. Shorter paragraphs that allow for a fair amount of white space on the page are a good idea. The reason for this sort of format is that people who usually buy eBooks online don’t usually enjoy reading through huge blocks of unbroken text because doing so can be hard on the eyes. Your should use a lot of subheadings and easy to read paragraphs, so that anyone scanning your eBook should be able to get a clear idea.

Y no me he quedado anonadado porque dicha frase sea falsa sino, precisamente, porque es real. El autor del post es honesto, sólo busca aconsejar lo mejor para vender más libros, para satisfacer a los lectores digitales.


¿Es esta la literatura que deseamos, que perseguimos? ¿La fácil, la breve, la literatura de spot? ¿Easily consumed? ¿Deseamos que nuestros cerebros sean incapaces de pensar en profundidad, que no puedan concentrarse más de diez segundos en nada? ¿Perseguimos una escritura vulgar? ¿Una literatura de consumo fácil y breve, sin ánimo formativo, moral, ético, reflexivo?

Podriamos decir que el autor del blog está equivocado pero no es así. Desgraciadamente, sólo refleja cómo la digitalidad se ve desde fuera y mayoritariamente.



Codex Sinaiticus


La Biblioteca británica pone a disposición de los lectores una versión digitalizada del Codex Sinaiticus , un manuscrito del siglo IV que es considerado como una joya. Contiene la Biblia en griego y aunque originalmente contenía ambos Testamentos, sólo han llegado hasta nosotros partes con un total de 346 folios. El trabajo de digitalización es fruto de un equipo internacional y tiene gran calidad. En la pantalla podemos ver la digitalización del original (en algunos casos fragmentos de folio al no haberse conservado el resto) y, a su lado, la transcripción del texto en el idioma original. Allá donde es posible se puede leer, asimismo, la traducción al inglés, alemán o ruso. La visualización consta de un potente sistema de navegación y también pueden ampliarse los folios para su estudio detallado.



San Jordi


Hay flores desdichadas. Yo, antes, no sabía que existían las rosas tristes. Pero las hay y nos acompañan cuando es necesario, cuando el mundo es inhóspito. Las flores tristes no brillan, no desprenden su aroma, su color es opaco, apagado, se recogen entre pétalos curvos y tímidos, haciéndose pequeñas, melancólicas, rotas por el desconsuelo. Así, apenada, estaba la rosa que hoy te llevé y coloqué con ternura junto a ti. Nos consolamos mutuamente, aunque ni ella ni yo queríamos consuelo alguno. El alivio de la aflicción sería como perderte para siempre y eso no lo deseamos. Ni yo, ni las flores. La rosa estaba triste. Como yo. Sin tu mano tomándola de la mía, sin que me sonrieras al recibirla, sin que pudieras verla y colocarla en un búcaro con agua, estaba marchita y sin vida antes de cortarla. Te la he dejado con todo el cariño, como era antes, como siempre será. Es largo el invierno de tu marcha y lo peor es saber que no habrá primavera, que las rosas no volverán a florecer para ti, que no podré cortar una para regalártela a cambio de un libro y un beso. También los libros están tristes hoy. Y los besos. Y los poemas, y los versos, y la luz mortecina de la tarde. Es un hecho que las cosas, los cuerpos, los días, las celebraciones, tienen alma. Tú eras el alma de todo y, sin ti, los libros, las rosas, mis besos, este día, se vacían de todo sentido. Hoy, las rosas están tristes porque te añoran. Yo te añoro con toda mi alma.

22/4/11

Viernes de Pasión


Viernes de Pasión. Día de recogimiento y dolor de creyentes, de relajo en la playa para los que no lo son, de indiferencia en los más. Quo Vadis o Ben Hur en la tele, Bach en muchas emisoras de radio, cruces de guía, cirios encendidos, el Stabat Mater de Pergolessi, costaleros penitentes doblando las espaldas bajo el peso enorme de tallas barrocas que gravitan por el tamaño de la madera labrada y las culpas del mundo, que las tiene muchas. Día de muerte que nos trae al alma el desconsuelo por los ausentes amados que marcharon antes. Horas temblorosas por los recuerdos que se agolpan.

Todos tenemos nuestra Pasión. A ti, la tuya los cielos no te la evitaron. La sufriste y la sobrellevaste frente a la impiedad de ese Dios al que se grita por qué me has abandonado sin respuesta alguna. Sólo silencio. Profundo y aterrador silencio. Tú tuviste tu Pasión y tu dolor se me hace presente tan a menudo que seguramente ya me pertenece. Te condenaron injustamente como hace veintiún siglos al Nazareno, sin culpa, sin cargos, sin razones, porque sí, en tu juventud. El castigo al justo, al bueno, al que sólo merece el premio. El látigo que fustigó tu cuerpo se transfiguró en quimioterapia, pero te hirió de igual manera. Las corazas brillantes de los legionarios fueron batas blancas y anónimas en pasillos de hospital. El lanzazo punzante, jeringas de suero y drogas. El decreto de Pilatos fue un diagnóstico demasiado certero para albergar esperanza. Tus rezos en el huerto fueron desoídos. La Pasión inevitable, ineludible, inapelable. Tu consciencia de los hechos que se avecinaban era igual de intensa que la de Jesús. Dios mío, aparta de mí este cáliz, gritamos muchas veces pero, siempre, nos envolvió el silencio cósmico del abandono. Te agotaste en el camino que debías transitar con una cruz que se ocultaba en células desbocadas y asesinas, pero no decaíste. Yo, como Simón el Cirineo te ayudé un poco. Muy poco, desesperadamente poco, inútilmente poco. Tu Gólgota fue una cama metálica al lado de una ventana por la que, de tanto en cuanto, entraba la luz cenicienta del invierno. Sufriste más por los que te rodeábamos al pie de tu agonía- como las mujeres en el Calvario- que por ti misma. Tu confianza en un milagro postrero no cejó hasta el último respiro. Pasión con frutos. Tus lágrimas vertidas sobre el futuro que dejabas han florecido en un racimo de valores, de ideales, de modelos a seguir, de caminos que recorrer, de memorias tan sólidas como las catedrales y la bóveda del firmamento.

Yo, hoy, tengo mi Jerusalén. Lugares que son santos en mi corazón porque fueron tuyos, porque fueron nuestros, porque los iluminaste con tu existencia. Las calles que hollaste, el banco en el que me besaste, la clínica, tu cama, el parque donde te acariciaba, la camilla que te recogió cuando ya no podías más, el recodo del río donde dormiste con tu cabeza apoyada en mi pecho, la tienda donde hacíamos las compras. Mi Jerusalén sagrado.

El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "Vosotras no temáis, pues sé que buscáis al Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como se había escrito".

Qué así sea, compañera.







La guerra de los mundos


La guerra de los mundos para Ipad es un libro enriquecido que se vende por cerca de 4 dólares en la tienda de Apple. En esta versión, la novela de Wells se enriquece con 27 páginas interactivas, diseños, ilustraciones, cierta interactividad en algunos de los elementos que aparecen en pantalla, etc. Algunos efectos especiales- como el dirigir los motíferos rayos láser de los marcianos con nuestro dedo- están bien logrados. En cualquier caso, nada nuevo bajo el sol porque se trata de una obra de la que hay películas y trabajos increíbles anteriores.










21/4/11

Crear e-books en Ipad


IBuildApp ha puesto a disposición de los escritores una plantilla que permite crear de manera sencilla revistas electrónicas o e-books que pueden visualizarse apropiadamente en el Ipad. De este modo, sin concer la programación de aplicaciones de la tableta, es posible publicar bastante rápidamente nuestro trabajo literario en esa plataforma.




20/4/11

The Fugue Book



The Fugue Book de Ton Ferret es una simulación de conversación en Facebook que usa un mash-up entre los datos reales del usuario en la red social y elementos de ficción. Combina, wikis, foros, blogs, datos de la red social y emails auténticos del usuario. Requiere, por tanto, conectarse a Facebook y tener una cuenta gmail. Una vez dentro de la aplicación, el programa aparenta recibir mensajes de los contactos reales, pero modificados y recreados para generar una narrativa ficticia. Está escrito en catalán. Tiene un evidente mérito técnico de programación, aunque el resultado no podría calificarse de literario. El trabajo recibió un premio en el Concurso de literatura digital de Vinaroz del año 2008.



19/4/11

Logicomix



Logicomix es una historia gráfica, un comic hipertextual , que narra la historia de una serie de matemáticos y algunos hallazgos matemáticos. Tiene un interface elegante, fácil de utilizar y está programado en Flash. Sus textos son divulgativos y amenos, sin perder nunca profundidad científica y rigor. Algunos de sus dibujos son especialmente notables. Muchos de los lugares dibujados, de hecho casi todos, han sido visitados y fotografiados realmente por el equipo de trabajo. En la historia, se da la voz de narrador a Bertrand Russell. Sus autores son Doxiasis, Papadatos, Papadimitrou y Di Donna, escritores y matematicos de origen griego. Un trabajo muy interesante.

17/4/11

El libro prohibido


Ocurrió que en un país lejano, en un tiempo impreciso, el gobierno prohibió un libro. Uno sólo. La ley que desterraba aquella obra, aprobada de urgencia por el Parlamento de la capital, era parca en palabras, escueta y casi pasaba desapercibida publicada en letra menuda entre decretos de mucha más enjundia. Simplemente, se ordenaba retirar cualquier ejemplar que existiese en las librerías y fijaba severas penas de prisión para aquellos que lo leyesen o guardaran un volumen en su casa. El título era, según el boletín estatal, “Sobre el buen gobierno” y su autor un tal Eduardo Mancidor.

Durante algún tiempo, nada ocurrió. Al parecer, ningún establecimiento tenía copias en el almacén, ninguna editorial parecía haberlo impreso y los lectores, simplemente, desconocían que tal libro existiese. Sin embargo, el sólo hecho de que el consejo de ministros lo hubiera vetado daba a entender que se trataba de una magna obra. De hecho, el título ya indicaba que debía criticar fuertemente al gobierno porque, opinaban los tertulianos, peor no se podía dirigir al país y cabía suponer que el tratado de Mancidor indicaría precisamente todo aquello que no se hacía bien. Algunos opinaban que se trataría posiblemente de un nuevo Maquiavelo, una obra a la altura de El Príncipe o un ensayo equiparable al Tratado Político de Spinoza o a los Elementos de derecho natural y político del mismísimo Hobbes. Los diarios enjuiciaron con dureza a los nuevos inquisidores y avivaron debates en los que los más rigurosos analistas emitieron juicios sosegados o vehementes, alterados o serenos, que fueron calando en la opinión pública. Esta, alarmada, se preguntaba qué contendría aquel libro para que hubiera sido prohibido. Se filmaron películas y programas de televisión en los que se equiparaba a Torquemada con el presidente de la cámara y al Boletín oficial con el Index librorum prohibitorum et expurgatorum. Pronto, la fiebre por tener entre la manos un ejemplar fluía como un tsunami atronador por todas las ciudades. Hubo manifestaciones multitudinarias pidiendo la libertad de expresión y la reimpresión de la obra, ante la impasible mirada del ejecutivo. Muchas editoriales se lanzaron a la caza de los derechos de autor pero nadie conocía a Eduardo Mancidor ni había editorial o agente literario que se brindara a ceder los derechos. Es más, un grupo de investigadores privados concluyó que el tal Eduardo no estaba ya en este mundo y que todas las huellas de su paso por esta vida habían sido borradas, hecho que apuntaba a una conspiración estatal que no sólo había probablemente eliminado al sujeto sino que había encargado a sus servicios secretos borrar cualquier dato sobre el mismo. Se especuló con que pudiera haber sido un hijo ilegítimo de un renombrado opositor pero este rechazó ser padre de nadie, algo que hubiese sido comprometedor ya que su esposa nunca había parido. Un año después, el ansia de leer el libro prohibido alcanzaba a todos los ciudadanos del país y se ofrecían fortunas por un ejemplar o, al menos, unas fotocopias de algún capítulo.

Por fin, un sábado de mayo, un impresor pequeño, de provincias, anunció que disponía de un volumen, uno sólo, guardado por precaución en una caja de seguridad de un banco. El revuelo fue mayúsculo. Se formaron filas ante las puertas acristaladas de la pequeña empresa familiar y las fuerzas del orden público hubieron de emplearse a fondo para mantener el orden. Algunos exaltados apedrearon uno de los escaparates mientras gritaban y exigían que devolvieran el libro al pueblo. Porque ya era un libro del pueblo, enraizado en la savia interna de la sociedad, una biblia esperada como revelación divina. Nadie conocía su contenido pero eso era lo de menos. Hay cosas que la gente conoce sin conocer, que vienen del corazón, un sentimiento sabio que alimenta a los seres humanos sencillos y el alma del pueblo sabía ya que el desconocido tratado era parte indisoluble de la patria y de su acervo cultural de la nación. Fue entonces cuando el gobierno intervino y nacionalizó aquel único ejemplar obligando al editor a ponerlo en manos estatales. Atendiendo al clamor popular, dio marcha atrás en su veto al mismo y derogó el bando, permitiendo la impresión y venta. Se vendió a millones y fue best-seller no sólo en el país sino en otros muchos del continente. Los analistas alabaron su prosa, su claridad de ideas, sus razonamientos precisos, sus certeras conclusiones. Nadie entendió por qué el gobierno lo había prohibido ya que, para sorpresa de todos, ensalzaba el trabajo del partido en el poder y la acción política y social que había llevado a cabo durante los últimos años. La sociedad, de hecho, reconoció gracias a Mancidor, el gran trabajo del primer ministro al que perdonó la equivocada ley que finalmente había revocado y reeligió en las siguientes elecciones.

El día en que este juró su cargo por segunda vez llegó a casa satisfecho pero muy cansado por el ajetreado día. Necesitaba relajarse y eso siempre lo lograba escuchando a Mahler mientras escribía novelas porque era un escritor aficionado. Tomó unas cuartillas y se puso a plasmar alguna ideas. Más tarde las firmaría con el seudónimo que usaba desde que se presentara a un concurso de cuentos cuando tenía quince años: Eduardo Mancidor.

Los libros electrónicos en cabeza

The Association of American Publishers ha publicado los datos de ventas en EEUU en febrero, mes en el que por primera vez en la historia se vendieron más libros digitalizados electrónicos que libros en papel. Los electrónicos crecieron un 202% en número de ejemplares - correspondiente a 90.3 millones de dólares- en comparación con el mes de febrero del 2010 y se convirtieron en líderes en todos los segmentos, desde las novelas a los libros para niños. También los audiolibros crecieron sustancialmente, en concreto un 36.7% respecto al mismo mes del año anterior alcanzando 6.9 millones de dólares, una cifra absoluta bastante reducida en ventas. Aún y dodo, el conjunto del año es aún muy favorable en valor para el papel con 157 millones de dólares vendidos en febrero y 441 millones de dólares contra 164.1 millones en lo que va de año. Esto ocurre porque aunque los e-books crecen en número de ejemplares tienen menor precio y el total de ventas es significativamente menor.

16/4/11

Every day the same dream

Every day the same day es un divertimento, mitad juego, mitad historia, realizado por LaMolleIndustria con música de Jesse Stiles. Quizá, pueda considerarse un breve comic digital. Lo curioso del trabajo es que con unos recursos mínimos, una sencillez de programación notable, una mínima interacción y apenas texto, crea una historia en cierta medida literaria. Al final de la breve obra el mensaje del hombre empequeñecido y abrumado por una sociedad en la que sólo es un peón sin importancia queda bien patente.

15/4/11

¿Se cruzarán las plataformas?



En las últimas semanas corren rumores de que Apple lanzará un lector de libros digitales basado en E-ink, a la vez que corren noticias de que Amazon propondrá en el mercado un tablet. Es decir, cada compañía irrumpiendo en el nicho en que su competidor es fuerte.


Independientemente de que todo esto llegue a concretarse, sí parece que ninguno de los lectores puede cantar victoria. Las tabletas tienen las ventajas de que actúan como un pequeño ordenador, que son en color, que permiten visualización multimedia y que corren aplicaciones de todo tipo. Los e-readers de tinta electrónica son indiscutiblemente mejores cuando se trata de leer bajo luz intensa, no cansan la vista en lecturas prolongadas, etc. Es evidente que tanto Apple como Amazon conocen las ventajas de sus productos pero también las desventajas, e intentan satisfacer a todos los usuarios.


En mi opinión, en cualquier caso, son movimientos destinados a perecer en el futuro a medida que la tecnología avance. Tanto las tabletas como los lectores de tinta electrónica son dispositivos que están de moda pero que tecnológicamente dejan muchísimo que desear. Y mucho más los teléfonos que dejarán ciegos a media humanidad con sus pantallas diminutas, al menos mientras la presbicia y la miopía sigan acompañando a la raza humana.


El lector futuro será un ordenador en toda regla, mucho más potente que los laptops actuales, con todas las ventajas de un ordenador actual y muchas más, entre las que citaré velocidad, memoria masiva ligera de semiconductor, ínfimo consumo de batería o recarga inalámbrica, ligereza hasta el punto de parecerse a un papel plegable - grande cuando lo usamos, pequeño cuando lo metemos al bolsillo- , y con pantalla muy amplia (por desdoblamiento) legible sin refresco en cualquier situación de luminosidad. No hay ninguna razón para tener dispositivos diferenciados. Lo demás, son los pasos que se dan cuando no hay más. Por hacer un símil con la técnica aerospacial podriamos decir que hemos pasado por el globo Montgolfier y estamos en el avión biplano de hélice de la primera contienda mundial. Pero tenemos que llegar a los jets, a los cohetes de plasma o a las naves espaciales antigravitatorias. Ahí le andamos.






Aurasma

Aurasma de la empresa Autonomy llegará al mercado en los próximos meses. Se trata de una aplicación para teléfono móvil que convierte un texto en papel en una imagen de realidad virtual o realidad aumentada, combinando lo que la cámara del móvil está grabando con otros efectos, imágenes o vídeos almacenados en el dispositivo o descargables de la red. El software parece tratarse de una versión reducida de la plataforma de reconocimiento de imágenes IDOL que, al captar una imagen, la compara con una base de datos en red enorme para identificar de qué se trata, establecer relaciones y poder llamar a vídeos u otros elementos relacionados.




14/4/11

Ana Frank Timeline

Anne Frank Timeline es un excelente trabajo en que se muestra una cronología histórica visual de los acontecimientos más importantes que jalonaron la vida de Ana Frank, asesinada por los nazis y cuyo diario es una de las obras literarias más leídas. Una aplicación completa, exquisitamente trabajada, con multitud de información que aparece en ventanas emergentes, gran cantidad de contenido multimedia y un interface sencillo de usar y comprender, a la vez que elegante y altamente profesional. Los enlaces a fuentes externas son amplios y bien seleccionados. Una joya.



13/4/11

Les amis sur le seuil



Les amis sur le seuil es un poema interactivo desarrollado por Philippe Bootz y Marcel Fremiot producida por el Laboratoire Musique et Informatique de Marseille (MIM). Para su visualización se requiere instalar el Shock Wave de Adobe que puede descargarse gratuitamente. Se trata de un poema que queda roto en tres partes que pueden ser manipuladas adelante y atrás de manera independiente hasta conseguir que coincidan en el lugar exacto para que los versos resulten legibles. En su movimiento es posible, también, que se generen por mero azar otros versos no preparados de antemano. Como lo definen los autores, es un poema de "lectura inconfortable", algo que puede ser interesante como experimentación pero que no aporta gran cosa al propio sentimiento poético. Quizá lo más interesante sea la banda sonora que acompaña a este desconfor, música contemporánea atonal que precisamente abunda en esta inquietud e inestabilidad que se pretende con la obra.





12/4/11

¿Publicidad en la literatura?


Amazon ha anunciado una bajada del precio de su lector Kindle a cambio de que las unidades vendidas bajo esta promoción recibirán publicidad que aparecerá- sí o sí- a medida que se va leyendo. La reducción de precio será de 25 dólares, es decir aproximadamente un 20% menos que el original sin publicidad. Los primeros anuncios serán de las marcas como Genral Motors, Protect and Gamble, Buick y Visa pero se espera que pronto haya más compañías interesadas.

Este movimiento me sugiere dos grandes dudas:

a) ¿Se puede leer con anuncios apareciendo en la pantalla? ¿Puede uno leer poesía mientras el pie del poema queda tapado por un banner que nos cuenta que un nuevo modelo de automóvil tiene 200 CV? ¿Es esa la literatura que queremos? ¿Estamos dispuestos de tal manera a sacrificar la calidad y la experiencia íntima y maravillosa de la literatura por ahorrarnos unos dólares o euros?

b) Si todas esas noticias, estadísticas, estudios de mercado que propagan el éxito acelerado de los libros digitalizados; la muerte cercana del libro en papel; y la ceguera de todos aquellos que no se lanzan en brazos de la digitalidad, son ciertas….. ¿Por qué hace falta este movimiento para bajar los precios añadiendo publicidad? ¿O es que, realmente, no se venden tantos como se dice?




10/4/11

¡Cuidado con los libros!

Hace algunos días escribía yo un post en el que reflexionaba sobre cómo la literatura es motor de la cultura humana y de cómo, en función de cómo se defienda de la ola digital (en el sentido, de si la literatura modela la lectura digital o a la inversa) la propia literatura puede evolucionar en direcciones opuestas. O bien, una literatura de lo superficial, de lo fragmentario, más visual que textual, de cortos párrafos, una literatura de spot o bien una literatura de reflexión, que requiera tiempo para pensar, una literatura lenta. Al respecto de estos comentarios, me hago eco hoy de un artículo de Tatiana Shabaeva publicado en Rusia Hoy titulado Cuidado con los libros y que fue republicado en el suplemento de un periódico nacional hace pocos días. La autora critica los nuevos planes de enseñanza rusos en los que la literatura pierde peso en pro de un tecnicismo profundo. A lo largo de su exposición, Shabaeva desgrana una serie de reflexiones que me parecen muy interesantes porque trascienden del mero asunto de la educación en Rusia y que son de perfecta aplicación al debate sobre la literatura digital y digitalizada y el efecto de Internet en nuestra forma de leer.

Así, valora el mensaje social que contiene la poesía e indica cómo en épocas de líderes públicos débiles o escasos, son los escritores y los poetas los que estimulan el pensamiento. Critica la propuesta de incidir más en las materias tecnológicas en detrimento de la literatura bajo la excusa de que los jóvenes no tienen tiempo para leer tantos libros y no precisan perder el tiempo leyendo a Dostoievski si su intención es especializarse en química o matemáticas. Un pensamiento que cabalga por muchos países y planes educativos en todo el mundo.

Se refiere después a cómo la Red ha hecho más sencillo el no leer, el no reflexionar sobre la literatura. También hace años los estudiantes copiaban los trabajos que debían hacer sobre las lecturas encomendadas en el curriculum escolar pero entonces se hacía con cierta vergüenza y a escondidas para esquivar las críticas. Hoy, sin embargo, una década después, nadie se molesta en ocultar su ignorancia y los alumnos que leen y tratan de entender las grandes obras de la literatura clásica son una excepción. El resto, se dedica a copiar de Google con pleno descaro. Esto es un error porque, añade la periodista, lo cierto es que, salvo contadas excepciones, las personas que entran en la edad adulta no dedican su limitado tiempo a algo que no ha sido presentado en su niñez como importante, significativo, valioso o prestigioso.

Por último, Tatiana Shabaeva se rebela contra la suerte de cantinela que se oye en todas partes y que asegura que el mundo ha cambiado y que vivimos en una era digital en la que la literatura clásica ha quedado sencillamente obsoleta. Pero el significado implícito de tales afirmaciones es en realidad el siguiente: “la literatura clásica es demasiado compleja y hace que la gente sea más sofisticada, y no nos interesa un público sofisticado con posibles motivaciones imprevisibles”.

Amén.




9/4/11

Marathon: You Can Do It!


Marathon: You Can Do It! de Jeff Galloway es un e-book publicado por Shelter
on-line en el que el autor, atleta olímpico, ofrece un completo curso de entrenamiento para poder llegar a correr una maratón con ciertas garantías. Está disponible para Kindle y en formato I-book. Este, que se ve en la imagen arriba, destaca por su excelente maquetación y presentación, algo realmente inusual en los libros digitalizados en los que la calidad estética siempre está bastante por debajo de la impresa.




8/4/11

Imitaciones infantiles

Mi afamada y continuada carrera de fracasos con las mujeres comenzó hace mucho. Tendría yo unos nueve o diez años. El tiempo difumina el calendario, pero el suceso lo he recordado siempre.

Mi familia era modesta y, por supuesto, no teníamos coche ni lo tenía casi ninguna de las personas que conocíamos, ni tampoco mis amigos. Así que usábamos el autobús. Eran de color grana, con enormes anuncios de cigarrillos en sus laterales y pasaban, siempre llenísimos, cada veinte o treinta minutos, sin atender mucho a los horarios. Había que pagar al subir donde un chófer , multiempleado de taquillero, te entregaba unos billetes alargados de papel fino y con un color determinado según el trayecto que uno fuera a hacer. Recuerdo que a mí me encantaban los verdes y los rosas porque con ellos luego amasaba figuritas con las que hacer equipos de fútbol, de remo o de ciclistas. Verdaderos conjuntos de delanteros estilistas, de defensas aguerridos o de ágiles escaladores en la bicicleta.

Aquel día iba con mi padre al centro. El autobús, como siempre, estaba atestado de gente. Como se entraba por la puerta de delante y se salía por la de atrás era de vital importancia ir empujando aquí y allá para ganar posiciones e irse acercando, con la antelación suficiente, a la salida. Yo era un especialista en ello y pronto – ¡oiga, échele un ojo al niño que va pisando pies!, le decían a mi padre- nos situamos justo sobre la rueda trasera, en el pasillo central, abrazados a la barra de soporte que impedía que saltáramos por los aires en los baches o cayéramos al suelo en los frenados imprevisibles. Ambos, de pié, apretujados entre la masa.

Justo a mi frente, sentada– habría subido en la primera parada porque era una suerte pillar un asiento libre- estaba una niña cuya cara aún recuerdo. Calculo que tendría mi edad. Llevaba coletas, un poco a lo Pipi Calzaslargas. Me sonreía. Quizá por mi tenacidad en sujetarme y no caerme en cada semáforo. O por las muchas pecas que entonces poblaban mi rostro. Me sonreía. Y yo no sabía cómo responder. ¿Debía sonreírla? ¿Podía hablarle? ¿Y qué decirle? ¿Qué se hace cuando una niña te sonríe? No la conocía de nada pero la chica me sonreía y me miraba. Descaradamente. Yo estaba hecho un manojo de dudas.

Miré a mi padre para saber qué hacer, para imitarle. Seguro que él sabía cómo lidiar con estos eventos. Iba también asido a la barra, con la mirada perdida más allá de la ventana, muy serio, preocupado probablemente por el trabajo o por cómo terminar el mes. Lo recuerdo muy bien. Estaba muy seco, casi con una expresión de enojo, ensimismado en algún pensamiento importante y complicado, ajeno a mí y a mi problema. Claro, esto lo pienso hoy porque el caso es que, entonces, asumí que esa era la digna postura que un hombre de veras, conocedor del mundo femenino, debe adoptar en el autobús. Y así lo hice. Por pura imitación, copié la expresión de mi padre y yo también me puse serio, con rostro de enfado contenido, mirando más allá de la ventanilla. La chiquilla, claro está, dejó de sonreírme y al poco ella también miró hacia la avenida que transitaba el autobús. Cuando me apeé del mismo, y a pesar de mi corta edad, fui consciente de que la había fastidiado estrepitosamente. Tanto que el suceso se me ha aparecido en la memoria, cual espectro redivivo y burlón, cada vez que no he sabido qué hacer frente a una mujer interesante.


7/4/11

Miradas casuales

No recuerdo cuándo te vi por primera vez, con tu uniforme azul del colegio de monjas y una carpeta de gomas que siempre llevabas en la mano. Ni mucho menos cuándo me enamoré de ti. Ha pasado demasiado tiempo y yo entonces estaba en plena adolescencia, batallando contra exámenes que me parecían escaladas al Everest y peleando contra un acné recalcitrante que me salpicaba la cara, por muchas cremas y lociones que el dermatólogo me recetaba. Pero sí recuerdo que me enamoré locamente, ciegamente, que se me hacía imposible no pensar en ti, que dibujaba tu silueta en papelitos que guardaba secretamente y que escribía poemas – algunos no tan malos- que codificaba con una clave que yo mismo había inventado para que nadie pudiese conocerlos y reírse de mí. Me impresionaba tu belleza que convertí en canon de cualquier hermosura. Si existe el amor platónico, así fue el mío por ti. No hablé nunca contigo aunque llegué a saber tu nombre y dónde vivías y me desesperé cuando tú te echaste un novio de verdad, no la ausencia virtual que yo era. Y me dolía tanto porque nuestras miradas se cruzaban más de lo normal en muchas ocasiones, como si ambos quisiéramos iniciar algo que jamás comenzó. O quizá fuese que mi ansia de ti me hacía ver intenciones donde sólo había casualidades. Me costó hacerlo pero otros amores y la madurez, esa cosa que arruina los sueños, me hicieron olvidarte. Y nunca supe qué fue de ti.

Luego, a lo largo de los años, te he visto muy de tanto en cuanto. En una parada de autobús, o cruzando la misma acera, o con un niño de la mano mientras yo llevaba otro de la mía. Y, por alguna razón, siempre he pensado que nuestras miradas se siguen deteniendo un instante más de lo que resulta casual. Te vi hace poco en unas conferencias. Había cientos de personas en la sala. El tiempo te ha envejecido- como a mí- y tu cabello se ha vuelto gris. Y, no obstante, volvimos a mirarnos durante un segundo y nuestras miradas, como siempre, se sostuvieron sin razón alguna para hacerlo.