9/2/09

Tardes de invierno

Me gustan las tardes de invierno, como las de ahora. El sol se pone pronto y, al salir del trabajo, su luz amarillenta, tristona, juguetea pintando reflejos en los charcos y haciendo brillar la nieve que reposa en las montañas. A esa hora se han encendido ya muchas de las luces de la avenida y los niños, con botas de agua, guantes y bufandas corretean por el parque en interminables y risueñas persecuciones. El frio enrojece las mejillas de los transeúntes que aceleran el paso mientras se dirigen a sus hogares. Gorriones rezagados, en su continua búsqueda del escaso alimento, picotean aquí y allá. Aún queda un vendedor de castañas en la esquina y el quiosquero recoge las revistas mientras baja la persiana. Es tiempo de cenas tempranas y se agradece el aroma de un caldo caliente. Suena Angela Aki en el estéreo y es el momento de leer un libro recostado en el sofá bajo las sombras que dibuja la lámpara.

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